Alianza de Mistridge, Tribunal de la Provenza, Año del Señor de 1197
Yo, Maximianus, de la casa Bonisagus, escribo estas líneas y las rubrico con mi signo para dejar constancia de mi última decisión como ductor de la Alianza de Mistridge, que no ha sido del agrado de todos mis sodales. Están tan enfrascados en sus proyectos, tan hundidos en sus obsesiones, que no ven lo evidente. Los días de Verano de esta Alianza, que yo ayudé a fundar, tocan a su fin. Es tan inevitable como el paso del tiempo, tan imposible de detener como el avance diario del sol por el camino de Helios. Siento las garras del Crepúsculo Final sobre mí, y sé que no viviré para ver la llegada del Otoño. Y temo que, en manos de mis sodales, éste sea breve y Mistridge se suma en un Invierno del que no vuelva a salir. Necesita sangre joven cuyas fuerza y empuje sean el soplo de aire fresco que mantenga a raya el Invierno y, llegado el momento, lleve a Mistridge a una nueva Primavera. Para ello, he mandado Gorras Rojas a mis antiguos hermanos, a aquellos con quien compartí en Nigrasaxa los años posteriores al Guantelete. Todos han tomado aprendices, y estos acaban de jurar como Magos de la Orden de Hermes por derecho propio. Necesitan una Alianza, y Mistridge les necesita a ellos. Se avecinan tiempos oscuros. Intentaré prepararlos para la tormenta.